jueves, agosto 09, 2007

Olé tus huevos, Kapuscinski

Lo descubrí hace poquito y no quepo en mi de gozo. Supera en mi ranking a los mismísimos Bender y Dr. Zoidberg. ¡Pero hombre, cómo se te ha podido pasar! Quizás porque desconfiaba, porque sospechaba que pudiera ser uno de esos correcaminos pedantes o uno de esos muertos de los que se aprovecha la industria para vender. Pero "El Imperio" de Kapuscinski me ha dejado anonadado. ¡Anodadadísimo!

He descubierto que para viajar a lugares lejanos con nombres, cultura e historia exóticas no me tendré que agenciar una máquina que rompa como un pasapuré el flujo de las dimensiones. Gracias a "Kapu", corresponsal polaco, curtido en agencia y con una mirada asombrada que toca todo lo que rodea y va más allá; el tipo se ha recorrido medio mundo curioseando y contándolo, como un viajero, como un extranjero más. Esa fascinación por el mundo que a muchos se les cura con la hipoteca, este tipo nunca la perdió.

"El Imperio" no es un libro de viajes. Ni de política, o Historia. Es la caída de la Unión Soviética desde un punto de vista cotidiano, narrada a través de dos viajes separados más de 20 años entre sí, desde la Siberia más fría y represora hasta el Palacio de Invierno en San Petersburgo, las maravillas manuscritas de Armenia o la ciudad en el mar de la petrolera Bakú, cuna del ajedrecista Kaspárov. Contado echando mano de los libros de historia, de la gente de la calle, de los compañeros circunstaciales de viaje, de los mineros, de los disidentes, disfrazado de piloto borracho en el asiento de atrás de un vetusto coche que conduce un viejo armenio. Y con todo el rigor político de la travesía que comenzó Lenin, siguió Stalin y acabó Gorbachov, justo cuando Boris Yeltsin se subió (sobrio) a un tanque. ¿Por qué se va a la porra el mar de Aral? ¿Por qué se odian todos tanto? ¡Aquí lo encontrarás, oh efendi!

Quizás la aventura más destacable es su infiltración en la ciudad armenia de Nagorny Karabaj, declarada en guerra contra Azerbaiyán, fuertemente custodiadísima por el Ejército Rojo y a la que muy pocos pueden entrar. Disfrazado de piloto, con la connivencia de una diputada rebelde, Ryszard Kapuscinski (perdonen las tildes) se expone a ser capturado en su intento de llegar con éxito a una ciudad sólo accesible por aire y con restricciones severísimas y hablar con los disidentes atrapados. Aunque la URSS estuviera al borde del colapso y no fuera ya la máquina represora de Stalin, el tipo se la jugó, y el complicado puzzle geopolítico no se lo puso fácil. Ni para entrar ni para salir. Vamos, que parece una película. Y el tipo no lo cuenta como si él fuera el héroe, sino que se recrea en el estado permanente de Acojono que llevaba.

Más que mil libros de Historia, más que mil ensayos sesudos sobre el politburó y amiguetes, yo me quedo con "Kapu".